jueves, 8 de abril de 2010

LA MÚSICA EN LA ESCUELA


En las escuelas aprendemos, en más de una oportunidad, a ver el mundo desde una sola perspectiva. La selección curricular, para bien o para mal, tamiza nuestras experiencias y nos conduce a una apreciación del mundo particular. Apreciarlo de manera diversa, entender su complejidad y orientar el análisis desde múltiples propuestas nos ayuda a vivir de manera enriquecida y actuar de modo inteligente en este mundo que nos rodea.

Las múltiples perspectivas en el currículo

En este espacio nos proponemos analizar de manera crítica, la existencia de esa forma unilateral de entender el mundo, las disciplinas y su enseñanza que muchas veces aprendemos en las escuelas, para alentar la utilización de diferentes maneras de comprender.

Podemos reconocer, entonces, tratamientos de temas y miradas disciplinares que alientan un solo enfoque, a veces unilaterales, a veces, por su misma unilateralidad, erróneos o esquemáticos. También reconocemos críticamente que, en más de una oportunidad, por ejemplo, en los espacios dedicados a la enseñanza de la historia, por una parte, el estudio de los héroes de la patria orienta a los estudiantes a una apreciación histórica signada por la valorización de sus vidas en el sentido de la ejemplaridad y por otra, se describen los enfrentamientos y luchas entre los pueblos alejándose de los análisis económicos o sociales que le otorgarían sentido a esos mismos enfrentamientos. El tratamiento de la matemática, más allá del conocimiento de las operaciones básicas, al plantear problemas diseña una matemática de ficción que reproduce pseudo problemas cada vez que los estudiantes se ven compelidos a tratar con caramelos que se reparten en partes iguales. En las experiencias estéticas de las escuelas raramente se conduce a la apreciación. Los estudiantes pintan, cantan, pero sus mentes no son educadas para la apreciación de obras pictóricas o musicales.

Pretendemos ocuparnos aquí del sentido de incorporar esas apreciaciones musicales, entendiendo que, desde la óptica curricular, estas propuestas permitirían alentar maneras diferentes de conocimiento trabajando desde la óptica del múltiple perspectivismo y del conocimiento enriquecido. Se trata de aprender a ver el mundo desde una perspectiva estética como una más de las perspectivas y, también, de diseñar de una manera diferente la educación musical.


Las emociones y el conocimiento

Las experiencias estéticas, como escuchar una obra musical, ver un cuadro, una obra arquitectónica o una pieza de teatro, nos pueden emocionar o conmover. ¿Cómo valoramos estas experiencias estéticas? Cuando surge en nosotros la apreciación, el placer de contemplarlas o escucharlas de tal modo que podemos repetir esa experiencia cientos de veces sin cansarnos, podemos reconocer que se estimula la imaginación, se genera la capacidad de traducir las cualidades de la experiencia a una forma hablada o escrita.

“Las artes plantean a los estudiantes el reto de hablar de lo que han visto, le ofrecen oportunidades, licencias y estímulo para que usen el lenguaje sin someterse a las limitaciones de la descripción literal. Esta libertad les permite liberar sus emociones y su imaginación” (Eisner, El arte y la creación de la mente, 2004, pág. 119)

Las artes, como con cualquier propuesta curricular, permiten reconocer si hemos podido enseñarles a los estudiantes el deseo de seguir aprendiendo. El objetivo de la educación es activar el interés con la suficiente fuerza como para que los estudiantes quieran seguir aprendiendo, disfrutando o emocionándose. En síntesis, los programas de educación artística logran, al crear imágenes sensibles e imaginativas, favorecer la percepción de cualidades que permiten su descripción de manera inteligente, la mayoría de las veces utilizando metáforas y licencias poéticas, estimulando el deseo de seguir aprendiendo y de seguir emocionándose. Sin embargo, no es privativo de las artes reconocer que los estudiantes encuentran el goce por aprender. Se nos hace más fácil distinguirlas en este campo pero para nosotros, docentes, debiera ser la manera en la que reconocemos si hemos logrado despertar en nuestros estudiantes el placer o la necesidad de conocer.


Las artes y el enriquecimiento en las disciplinas

Juegos de niños, Pieter Bruegel "El Viejo", 1560, Kunsthistorisches Museum de Viena
Probablemente, si pretendemos enseñar con toda su complejidad alguna obra estética, ya sea un cuadro o una obra musical, señalaremos características de la vida del creador, el tiempo y el espacio en que se inscribe la obra, su impacto o simplemente la relación con otras obras y autores del mismo período y su trascendencia en el tiempo. Esta configuración del contexto de la obra permite encontrar su significado o relevancia enriqueciendo la experiencia estética, concebida como la apreciación de la obra.

Más de una vez las y los docentes suelen decir: “Para la enseñanza de la música, en la escuela hay un profesor que se ocupa de ella. Yo siempre fui desafinado…” Independientemente de los estereotipos que se crearon y que nos instalaron en un lugar que nos dejó inhabilitados para siempre en las clases de música, hoy reconocemos que el lugar de la inteligencia musical no es necesariamente el productivo: cantar o interpretar un instrumento. Otras son las actividades que conducen a cultivar la apreciación estética musical y ninguna de ellas va en desmedro de la formación que provee el aprendizaje de un instrumento o la iniciación en el estudio de la música o el canto. Tanto unas como otras, pueden ser llevadas adelante por los maestros que se han formado y especializado en el campo de la música.

En las aulas, muchas son las oportunidades que favorecen la apreciación musical y que pueden estar a cargo de los y las docentes no especializados en la formación musical. En las clases de historia, al estudiar un período determinado, es significativo reconocer aquello que se creaba o escuchaba. En las clases de geografía la música de las regiones estudiadas nos permite entender y apreciar las diferentes culturas. En una obra musical pueden reconocerse repeticiones y una estructura que posibilita una interpretación matemática. La relación de la obra musical con la geografía, historia o matemática crea un espacio de apreciación único que permite trascender las disciplinas y entender de manera más genuina los problemas del conocimiento. Las relaciones entre disciplinas que se pueden llevar a cabo en las clases, aunque no permitan tratamientos interdisciplinares, favorecen una comprensión más compleja e interesante de los temas tratados. Por otra parte, el estudio de las biografías de los grandes compositores, pintores, escultores y arquitectos, hombres y mujeres del arte, nos permite, en más de una oportunidad, entender las visicitudes de los creadores, los contextos en los que su obra se creó, el impacto que tuvo la obra en su época, la significación como producción o como ruptura entre producciones contemporáneas. Las biografías nos permiten con frecuencia el desarrollo de clases con profunda significación moral.

Las relaciones entre contenidos y disciplinas del currículo cuando incorporan experiencias estéticas, incluyen las emociones, el placer de la escucha o la contemplación que, a su vez, liberan la imaginación creativa. Los docentes especializados en música o plástica, pueden diseñar estos espacios pero es en las clases cotidianas de los maestros y maestras donde el impacto de estas apreciaciones cobra nueva vitalidad. Si en casa escuchamos música: ¿por qué no en el aula, en momentos planificados para ello? Quizás sean oportunos los momentos en que los estudiantes dibujan o pintan, pero también intercalados como verdaderos espacios apreciativos cuando enseñamos un momento histórico, un lugar del planeta, una sociedad o una cultura y, también cuando simple y sencillamente, elegimos una bella obra que nos sensibiliza y queremos desplegar en nuestros estudiantes esa sensibilidad. Es posible que podamos asociar la música a un estado de ánimo, a un lugar o a un momento y que podamos enseñar a partir de la relación que establecemos entre la música y el contenido.


Una experiencia singular
Daniel Barenboim unió dos mundos en conflicto y enseñó a partir de la música que los hombres y mujeres de todos los tiempos pueden encontrar un escenario de paz y convivencia. Desde hace varios años reúne a jóvenes músicos en un taller llamado el West Eastern Divan. El taller se implementó ya en Chicago, en Weimar y en Sevilla. Reúne a jóvenes cristianos, árabes y judíos en torno a la música. Se trata de la conformación de una orquesta de ochenta jóvenes que sueñan con la pacificación del Medio Oriente. Los músicos proceden de todos los países árabes en conflicto y también de Israel. El proyecto cuenta con una carta fundacional elaborada por Barenboim y el intelectual palestino Edward Said en la que se sostiene:

“Trascender la dimensión puramente musical para erigirse en foro de diálogo y reflexión en torno del problema palestino – israelí, dando cabida a las inquietudes y reflexiones de nuevas generaciones de artistas llamados a participar de manera activa en el futuro político y cultural de los pueblos”.

El relato de esta experiencia ayuda a los estudiantes a entender y debatir el sentido de la vida y la búsqueda de la humanidad por un mundo que contenga, que comprenda que las diferencias nos unen más que nos separan porque son ellas las que permiten encontrar la esencia de la condición humana, los rasgos particulares, las apreciaciones diferentes, el respeto por el otro y el poder aprender de él.

Edith Litwin

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